ALBERT SALA
Nací en el barrio de Gràcia de Barcelona en el año 1953, aunque viví muchos años en Badalona, y allí me inicié en este mundo de las artes marciales a los 21 años de edad en un gimnasio de Judo llamado Mifune (actualmente desaparecido).
Los dos primeros sistemas con los que empecé fueron el Taekwondo y el Judo. Con el Taekwondo estuve 13 años. A lo largo del tiempo he probado Kung Jung Mu Sul, Karate, Hapkido, Choy Li Fat, y algo de Hun Gar. Al final, por una cuestión de preferencias decidí quedarme con el Wing Chun, Aikido, y Tai Chi Chuan. Entre esos tres, el que más tiempo llevo haciendo es el Wing Chun (más de 35).
En global, mi vida como alumno (de todos los sistemas) ha sido de más de treinta años, y cuando cumplí los 50 años de edad empecé a enseñar Wing Chun, y un año más tarde Aikido y Tai Chi. Por tanto, son aproximadamente 20 años dando clases, y casi 50 practicando artes marciales en general.
Profesor de Wing Chun
Tanto mi actividad de discípulo como la de profesor, la he desarrollado siempre en Barcelona, excepto una pequeña temporada, que estuve enseñando en Badalona. Y por otro lado, como los seminarios de los distintos sistemas no siempre se hacen en la propia ciudad condal, sino que los organizan en otras localidades y poblaciones, he ido moviéndome para asistir a muchos seminarios, como por ejemplo de Yoshinauri Kitaura (respecto al Aikido), otros de Kenpo Karate, de varios estilos de Tai Chi, de Tai Jitsu, etc.
Algunas de las razones que me hicieron decantarme por el Wing Chun son que no necesitas tener grandes cualidades físicas, a diferencia de la mayoría de sistemas de competición, en los que necesitas o mucha elasticidad, o mucha rapidez, o mucha fuerza. El hecho de que yo no tuviera la fuerza ni la rapidez me provocaba más predilección por los sistemas que son más racionales.
Una de las cosas más importantes que me aportan las Artes Marciales es que ya tengo más 65 años y todavía me muevo bien. Además me hacen pensar mucho, lo cual me mantiene el cerebro despierto y en constante aprendizaje. Por otro lado, si después de tantos años practicando y enseñando Artes Marciales las dejara, sería frustrante.
Los movimientos en Artes Marciales es algo limitado. Lo que es ilimitado es la idea o la forma de pensar del sistema en cuestión. Puedes estar toda la vida estudiándolo y no acabarías nunca. Lo que pasa es que todavía hoy en día hay bastante ocultismo en todo ello.
Concepción errónea de algunas personas respecto a la energía
Existe la energía interna, la cual por ejemplo también la usan en otras disciplinas no marciales, como el yoga, y va bien para la salud. Lo que ocurre es que o te lo crees o no te lo crees. En cambio, aplicado a artes marciales, te da una “fuerza” tremenda. Hay mucho escepticismo al respecto y además hay profesores que lo conocen pero no lo quieren explicar. Hay cierta avaricia en esos conocimientos.
Yo no tengo ningún problema en explicarlo y en realizar ese tipo de aplicaciones en mis clases, porque opino que “el agua que no corre se estropea” y además para yo mismo poder aprender tengo que explicárselo a los demás. Eso es lo que me mantiene siempre en activo. Si yo me guardara algo, no podría avanzar, me quedaría estancado, además de que quiero que mis alumnos lo aprendan sin sesgo. Si un maestro no explica cómo funcionan las artes marciales, quedará estancado.
Cada profesor tiene su léxico, su metodología, y a veces me han venido alumnos que en clase se han visto perdidos porque estaban acostumbrados al modus operandi de su anterior maestro, pero como todo, se requiere de paciencia bidireccional.





